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Como vivían en el barrio donde Escobar conseguía sus sicarios

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Los habitantes no cruzan de un barrio a otro, tampoco andan en la calle de noche, el transporte público cesa actividades a cada rato, todos tratan de evitar ser asesinados. La zozobra es el día a día en la Comuna 13 San Javier que se ubica en las colinas al occidente de Medellín. Aunque la violencia no es nada nuevo, la zona fue la primera con asentamientos urbanos de guerrillas, más delante -y hasta hoy- de paramilitares, y conoció entre la pobreza el dinero fácil de la cocaína con el narco Pablo Escobar.
Las 16 comunas que entre las montañas se asientan en la periferia de la ciudad se formaron como favelas de campesinos desplazados de sus tierras por grupos armados ilegales. Se instalaron en medio de la pobreza extrema, la desesperanza, las casi nulas posibilidades de empleo y, por supuesto, sin servicios básicos. Aun hoy -aunque ya con inversiones sociales importantes- la mayoría de sus barrios son de estrato bajo. Así explicó su origen el periodista y ex alcalde de Medellín, Alfonso Salazar, en el libro ‘No nacimos pa’ semilla’.
La comuna 13, un barrio de alrededor de 160 mil habitantes, se convirtió rápidamente en el epicentro de la violencia de esta zona. Las casas abarrotadas sobre colinas, las calles estrechas y empinadas, sus múltiples callejones y miradores la hacen un punto estratégico para las bandas delincuenciales, porque es fácil de controlar. En pleno conflicto armado, hasta allá llegaron -por primera vez en zona urbana- las milicias guerrilleras de los grupos ELN y M-19 inicialmente, y más adelante las FARC.
Para la década de los 80, el capo Pablo Escobar, al mando del Cartel de Medellín, encontró entre la pobreza y falta de oportunidades de las comunas la cuna de sus nuevos lugartenientes, cultivando la cultura del dinero fácil de la cocaína. Para los jóvenes de familias desplazadas ingresar a esas estructuras criminales era la única promesa de acenso social. Entonces, se formó una red de sicariato al servicio del narcotraficante, dedicada al secuestro, extorsión, ajustes de cuenta y homicidios.
Incluso Hélmer ‘Pacho’ Herrera, tercero a la cabeza del Cartel de Cali y enemigo acérrimo de Escobar, también reclutó menores en la comuna 13. Pero la guerra más fuerte se desató cuando las autoridades pusieron en la mira al líder del Cartel de Medellín, quien comenzó represalias asesinando policías en toda la ciudad, poniendo bombas en el país y secuestrando líderes políticos. Con la violencia ya sobre las calles, los paramilitares que también habían llegado a la zona se aliaron para derrotar a Escobar.
Las redes criminales de la comuna 13 se habían fraccionado y ampliado. Se crearon los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), la mayoría paramilitares, que supuestamente apoyaban los operativos de inteligencia para dar con la ubicación del capo, quien finalmente fue asesinado por el Ejército el 2 de diciembre de 1993. Con su muerte, los combos que había conformado quedaron huérfanos, fraccionados y combatiendo entre sí por heredar el trono.
Finalmente, quien se quedó con el poder fue Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’ o ‘Adolfo Paz’, un exmiliciano del Ejército Popular de Liberación -EPL- que llegó a ser parte del Cartel de Medellín como escolta de Fernando Galeano, alias ‘El Negro’, y que terminó siendo uno de los líderes de Los Pepes. La red criminal de Escobar se convirtió, en su cabeza, en la Oficina de Envigado, la organización narcotraficante que controla el negocio en Medellín.
Pese a ello, las otras bandas seguían en la zona y los combates también. Fue ‘Don Berna’ quien en 1994 las agrupó como aliadas para combatir a las milicias guerrilleras que aun hacían presencia en las comunas, en una asociación conocida como La Terraza; según explica Análisis Urbano, una agencia de prensa creada por Fernando Quijano, quizás el mayor conocedor de la guerra urbana de Medellín, exdirector de la ONG Corpades, desde donde denuncian el crimen organizado de la ciudad.
Años más tarde, el 16 de octubre de 2002, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez realizó la Operación Orión, una intervención militar urbana nunca antes vista en la historia del país. Durante tres días, mil hombres del Ejército y la Policía se tomaron la comuna 13 para enfrentarse a las milicias guerrilleras.
Hubo 17 muertos, 80 heridos y 350 detenidos. Extrajudicialmente, los grupos paramilitares dejaron 71 asesinatos y 95 desaparecidos, muchos de los cuales aun no se sabe nada en la actualidad, aunque la comunidad ha denunciado que fueron enterrados en una fosa común en la montaña de basura conocida como La Escombrera.
Para el 2004 regía en la comuna lo que se conoció como el periodo de ‘Donbernalidad’ o ‘Paratranquilidad’. Por orden de ‘Don Berna’ nadie podía matar, y hubo una falsa paz que no duró mucho.Aunque en 2003, como parte de la firma de los Acuerdos de Santa Fe de Ralito, alias Don Berna se desmovilizó junto a más de 800 paramilitares más del Bloque Cacique Nutibara que delinquía en Medellín, su prontuario delictivo siguió creciendo desde la cárcel de Cómbita, Boyacá donde fue recluido. Años más tarde fue acusado de homicidio y finalmente extraditado a Estados Unidos por cargos de narcotráfico en 2008.
El poder siguió heredándose de capo en capo sin que La Oficina dejara la criminalidad. Entre 2012 y 2013, se desató una guerra con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia -hoy conocidas como el Clan del Golfo-, quienes intentaron ingresar al territorio. Ambas organizaciones armadas acordaron la paz en el conocido ‘pacto del fusil’, que bajó las tasas de homicidio en la comuna.
De acuerdo con lo que ha dicho Quijano, el crimen organizado en la ciudad ha ido evolucionando, pero mantiene dos estructuras en el poder, La Oficina de Envigado heredera del Cartel de Medellín, y el Clan del Golfo.
Este año los índices de homicidios recrudecieron en la comuna 13. Hecho que el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, atribuyó a alias Juancito, quien lideraba la banda Betania, dedicada al tráfico de droga, la extorsión y el cobro de vacunas a rutas de buses. El mandatario, incluso, filtró unas conversaciones entre varios cabecillas de bandas que controlaban desde la prisión, en las que se organizan para aumentar los asesinatos con el fin de desestimar la seguridad de la administración local.
El 1 de mayo pasado Juan Manuel Piedrahíta, alias Juancito, se entregó a las autoridades ante la presión de la Fuerza Pública. Pero dos meses después de eso, la violencia sigue imperando en la comuna 13. Siguen las amenazas, los desplazamientos y los tiroteos a cualquier hora del día. Habitantes del sector denuncian hasta nuevas fronteras invisibles que no les permiten cruzar de barrio y toques de queda por los que tampoco pueden salir de noche.
El líder comunitario James Zuluaga, integrante del Comité de Derechos Humanos de la Comuna 13, denunció que muchos uniformados de la Fuerza Pública están aliados con las organizaciones narcotraficantes, los patrullajes y los allanamientos en las casas los hacen con su compañía. Por estas declaraciones, la semana pasada asesinaron a uno de sus sobrinos, Arley Steven Zuluaga, de 23 años, según testigos por un policía.
Para la Agencia de Prensa Análisis Urbano el control mayoritario sigue estando en manos de La Oficina, quienes controlan las extorsiones a los comercios y transportes, regulan los precios de la marihuana y el perico (cocaína) y hasta “recuperan carros robados cuando los ladrones actúan sin su permiso”. Incluso, dieron a conocer un video en el que evidencian el arsenal con el que cuentan, con el que tienen capacidad de defenderse de cualquier ataque.
Por estas denuncias, Luis Fernando Quijano tuvo que renunciar a la dirección de la ONG Corpades después de seis años, pues recibió una contundente amenaza contra la vida de su familia de parte de los carteles mexicanos de Jalisco Nueva Generación, Sinaloa y Los Zetas, los cuales tienen negocios tanto con La Oficina como con el Clan del Golfo.
Mientras tanto la violencia no cesa en la comuna 13. Entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2008, se han registrado 38 homicidios en San Javier. La mayoría de las muertes (84%) con arma de fuego, tres por asfixia y otros tres con arma blanca. Aunque las cifras aumentan cada día, el pasado domingo, por ejemplo, fueron asesinados tres jóvenes de 19, 17 y 16 años.

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