Si King Kong volviera a encaramarse al Empire State ahora, le costaría mucho más librarse de un enjambre de drones que de unos cuantos aeroplanos calamitosos. En Manhattan, como en muchas otras zonas urbanas, no pueden volarse al aire libre estas pequeñas aeronaves. Aunque sea encerrados en unas naves del oeste de la isla, hoy, al menos, se ha podido ver cómo uno de los drones último modelo se pega como una mosca a los objetos que filma y cómo corta el aire a más de 70 kilómetros por hora.